Goya y la pintura de gabinete, no todo es el Prado

Efectivamente, no todo Goya es el Prado. Una parte esencial y peculiarísima de su obra no se encuentra representada en la espléndida colección del edificio de Villanueva: la pintura de gabinete. Se trata de pequeños cuadros de caballete alejados del gran formato del lienzo y que pueden responder a dos motivos.

  1. El primero, servir como boceto preliminar a lienzos  futuros. En este grupo entrarían toda las serie de bocetos que Goya diseñó para los tapices y de los que el Prado sí guarda buena cuenta. No olvidemos que de la penúltima serie de tapices destinados al Dormitorio de las Infantas en el Pardo sólo se llegó a pintar el cartón de La gallina ciega (1788), y por esa razón el resto de la exposición lo conforman estos bocetos. El boceto de la Pradera de San Isidro (1788) es un magnífico ejemplo de la seriedad y genialidad de este tipo de cuadros. Otro boceto famoso es el Albañil borracho (1786), rechazado por el Rey y modificado en el cartón final. Hay más ejemplos de ellos en la pinacoteca nacional; como el Prendimiento de Cristo (1797) o Santa Justa y Santa Rufina (1817), bocetos de lienzos destinados a la Sacristia de  la Catedral de  Toledo y a la Sacristía de los Cálices de la Catedral de Sevilla respectivamente.
  2. El segundo grupo es mucho más interesante, ya que la elección por el formato de gabinete parece ser premeditada, y no un mero estudio preparatorio. En estos cuadros la intención del artista es realizar un cuadro de pequeñas dimensiones con destino a una sala pequeña y privada. Esta limitación se convierte en una oportunidad para desarrollar una técnica diferente que debe ser contemplada de cerca para apreciar toda su valía. Desde luego, la serie de bocetos para tapices mencionada anteriormente y a la que pertenecen obras como La Ermita de San Isidro o La Merienda (National Gallery) muestran claramente que Goya no los pintó como meros bocetos, sino como genuinos cuadros a los que sus posteriores cartones no harían sino devaluar en su genio artístico.
    Este motivo debía ser la principal reticencia de Goya a trabajar para la Real Fábrica de Tapices, tener que prescindir de gran parte de su técnica a la hora de realizar el cartón final. Si comparamos el boceto de la Galllina ciega con su cartón comprobaremos que detalles como el reflejo del agua, la perspectiva (más compleja en el boceto) y la riqueza de colorido se simplifican en el formato final. Además, el aspecto rococó que de forma tan recurrente definen los tapices no es tan acusado en los bocetos. Sin duda, conociendo estos bocetos la idea que nos hacemos de los famosos tapices cambia radicalmente y puede ser entendidos de la forma adecuada.

    De este segundo grupo sólo podemos disfrutar de tres en el Museo del Prado, Cómicos ambulantes, Vuelo de brujas y La Duquesa y la beata, junto a una de la siete pequeñas miniaturas que Goya pintó con motivo de la boda de su hijo.  No es extrañar la sorpresa del visitante al contemplar estas miniaturas rodeadas de grandes y aclamados lienzos.

Hasta hace relativamente poco estos pequeños cuadros no llamaron la atención de los historiadores del arte o del gran público. En 1995 el Museo Nacional del Prado realizó una espléndida exposición que bajo el título de “Goya, el capricho y la invención”, reunió la mayor parte de esta peculiar producción. Estos cuadros dejan ver un Goya absolutamente diferente del conformado por los tapices y los retratos reales o privados. Además, permiten una comprensión acertada del proceso creativo que culminó en obras como los Caprichos, los Disparates, los Desastres o las Pinturas Negras. Parece que la obsesión de Goya por los temas siniestros y oscuros fue canalizándose poco a poco a través de esta pequeña pintura de Gabinete.

1. El capricho y la invención · 1793-94

Esta primera serie la presentó Goya a la Real Academia de San Fernando acompañada de una carta en la que describe su trabajo de forma paradigmática:

«Para ocupar la imaginación mortificada en la consideración de mis males, y para resarcir en parte los grandes dispendios que me ha ocasionado, me dediqué a pintar un juego de cuadros de gabinete, en que he logrado hacer observaciones a que regularmente no dan lugar las obras encargadas, y en que el capricho y la invención no tienen ensanches.» (Carta dirigida a Bernardo de Iriarte, 4.I.1794)».

Primera mención al “capricho” y declaración absoluta de libertad creativa alejada de cualquier requerimiento por parte de un cliente. Sólo este indicador debería colocar esta producción en un lugar importante dentro de la obra de Goya, esta declaración de principios lo certifica como un autor en las coordenadas de la personalidad artísitica de la modernidad.

Este primer grupo, realizados todos ellos en hojalata, lo componen seis cuadros sobre temas taurinos y seis de temas diversos (ladrones, locos, presos, cómicos o desastres), aunque en todos ellos puede percibirse una misma obsesión: delimitar los espacios oscuros, ocultos y en la mayoría de las ocasiones de naturaleza mórbida y dolorosa.

Es una pena que de todos ellos sólo conservemos en el Prado el más alegórico y menos directo, Cómicos ambulantes, magnífica crítica a la hipocresía social pero que no permite enlazar de forma tan directa con obras más conocidas como los Caprichos o las Pinturas Negras.

Como vemos, ya en 1793 se despierta en Goya el interés por los temas relacionados con la muerte y el sufrimiento, obsesión que como veremos irá plasmando en otras colecciones de gabinete.

2. Dos caprichos de Alba · 1795

 3. Brujerias y alegorías · 1797-99

4. Colección del Marqués de la Romana 1798- 1800

4A. El crimen del castillo
4B. Tres asuntos aislados

5. Caníbales · 1800-08

6. Cuatro caprichos para la Academia · 1812-19

7. Guerra y posguerra · 1808-1819